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La cruz de Lampedusa, símbolo con el que la Iglesia alza su voz contra el drama de los refugiados y los inmigrantes, llegó el 4 de marzo a nuestra diócesis para recorrer varios lugares. El 9 de marzo, la acogimos en Eskibel.

La historia de esta cruz se inicia el 8 de julio del 2013, cuando el Papa Francisco realizó su primer viaje apostólico escogiendo la isla de Lampedusa como primer destino. El Papa celebró la Santa Misa en un altar construido sobre un cayuco naufragado, teniendo antes sus ojos un mar Mediterráneo camino de convertirse en un cementerio de migrantes.

El 3 de octubre de ese mismo año, se produjo un nuevo y terrible naufragio frente a las costas de Lampedusa. Los fallecidos en esta ocasión fueron más de 360. El Papa clamó de nuevo ante el mundo: «¡Vergüenza! Solo me viene la palabra vergüenza; es una vergüenza».

En este contexto, un artista llamado Franco Tuccio, que había sido el encargado de diseñar el báculo del Papa Francisco para la Misa que presidió aquel 8 de julio, construyó la que ahora conocemos como Cruz de Lampedusa. Esta cruz de 2,8 metros de largo y 1,5 metros de ancho está construida con los restos de barcas naufragadas en la isla italiana de Lampedusa.

La cruz fue llevada a Roma para ser bendecida por el Papa, y este sugirió que se convirtiese en una cruz peregrina con el objetivo de transmitir un mensaje de solidaridad a todo el mundo. Desde entonces ha viajado a innumerables puntos, llevando un mensaje de paz y solidaridad

La cruz llegó a Eskibel poco antes de las 15.00h. Comenzó entonces un peregrinaje de alumnas, profesoras, personal y familias para besarla, rezar y cantar ante ella. Fue muy emocionante descubrir en la cruz la forma y los colores de una barca y saber que nos hemos unido a la oración de millones de personas en favor de los inmigrantes y refugiados.