Esta visita ha despertado nuestras conciencias y nos ha abierto la ventana a una realidad que ni siquiera podíamos imaginar.

Laguntza etxea es una casa que atiende a inmigrantes en Ategorrieta. Se encargan de dar una calurosa acogida a este colectivo que por lo general es rechazado en nuestra sociedad.

De la mano de Maite, voluntaria y encargada del local, hemos conocido el comedor en el que en dos turnos dan de comer a muchas personas a diario, además de prepararles bocadillos para merendar y comer. A todas ellas les hacen un seguimiento personal para que se integren en la sociedad y sean independientes. Les dan también clases de castellano, asesoramiento jurídico, compañía y servicio de lavandería.

 

Desde esta casa también gestionan pisos para familias desfavorecidas y madres jóvenes y solas que tratan de criar a sus hijos con recursos muy limitados. Maite pasa muchas horas al día, llega a las 7:00h de la mañana y muchos días no se va hasta las 11:00h.”Cuando me dan una mala contestación o una protesta pienso que estoy con los más desfavorecidos, con los que nadie quiere, y me da mucha satisfacción; aunque a veces una se encuentra un poco baja, aquí se encuentran energías y razones parar vivir” explica Maite. Nos cuenta también que cada vez son más las personas jóvenes que acuden a Laguntza etxea y que la labor se sostiene gracias a la labor de muchos voluntarios y a las donaciones privadas tanto en especie (ropa de bebé, cochecitos, ropa de adultos, zapatos, mantas) como en dinero y a las tres campañas anuales que lanza Cáritas.

Después de conocer in situ esta realidad de nuestra sociedad nos han invitado a Hotzaldi, un espacio en el que acogen por la noche a 40 personas sin hogar. Personas que pasan el día en las calles donostiarras y llegan a un espacio en el que encuentran calor físico y humano, pues como bien nos ha contado Jon Odriozola, voluntario en esta sede, “no hay mayor soledad que la de aquellos que se encuentran rodeados de gente por todas partes pero a los que nadie hace caso”. Los voluntarios y las personas que conviven en Hotzaldi constituyen una red social para el que está solo, lo sustentan como una familia. Los voluntarios son siempre su referencia social. Cuando llegan a Hotzaldi los “pobres de la calle” reciben una manta, toalla y unos calcetines, se duchan, se cambian y pasan la noche tranquila; aquellos que no pueden dormirse hablan y se desahogan con los voluntarios que pasan una noche al mes.

Aquí no están para siempre, sino que es una situación transitoria, pues como toda la labor de Cáritas, el objetivo es que progresen y puedan independizarse y cuando ya pueden hacerlo dejan libre su cama para otro necesitado.